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LA VOZ DE MIS ENTRAÑAS

mayo 28, 2021
mayo 28, 2021

María Bigeriego

“Deja que tu voz habite en las profundidades de tu pelvis…que tu voz esté conectada a tus vísceras. Deja que tu voz caiga en tu panza…” Todas estas frases vienen a decir lo mismo: que tu voz habite en el instinto. O dicho de otra manera, que la musculatura de la respiración, la que habita en la casa del plexo sacral (instinto, sexualidad, creatividad), esté lo suficientemente disponible y relajada, para así poder acceder a ella a través de la imaginación y de posturas físicas. De modo que, cuando un impulso del cerebro viaja por la médula espinal y activa los músculos respiratorios, no solo responde el diafragma (el músculo respiratorio principal), sino también las cruras diafragmáticas, el psoas y todo el entretejido de músculos del cuenco pélvico.

Hace años yo desconocía esta parte más técnica de la voz. Sí había experimentado en mis propias carnes que la voz no se libera  solo desde la parte media del cuerpo, allá donde está la casa de las emociones, en el plexo solar, justo debajo del centro del diafragma, sino también desde más abajo, desde el suelo pélvico. 

Imaginemos el diafragma como un paracaídas (la imagen que más se acerca a la forma asimétrica del diafragma) fino, sedoso y con unos hilos (las cruras diafragmáticas) que tiran de él hacia abajo y lo conectan con la pelvis, viajando entre las crestas ilíacas y continuando por las piernas. Luego podríamos decir que la voz viene desde la planta de los pies.

Hace ya unos siete u ocho años en Orkney, en el Centro de Voz Linklater, Kristin Linklater, mi maestra, me observó llevando un calentamiento de voz. Al final del calentamiento me dijo: “¡Qué pena que no puedas dejar caer tu voz en tu panza! Habla desde la panza. Di «mi fuego».Yo me puse las manos en la barriga para tener contacto y llevar ahí mi presencia y mi sensación de ser. Al pronunciar esas palabras, me vinieron de golpe tantas lágrimas, que poco a poco se fueron derritiendo por mi cara hasta descender por mi pecho. Mi voz se fue disolviendo en mi panza y haciéndose más grave. Kristin me dijo “Todavía no puedes acceder a esa zona baja del cuerpo y habitarla sin entrar en contacto con tanta tristeza”. Allí entendí lo que me había ocurrido cuando empecé a hacer los ejercicios en el suelo que proponía esta técnica. Yo siempre lloraba al estimular la musculatura del bajo abdominal, al dejar que los impulsos de alivio cayeran en las cabezas de los fémures, cóccix, pelvis, caderas… Ahí tenía toda una información que nunca había podido liberar a través de la palabra, menos aún aliviarla sonoramente o solo con aire. 

Fue un descubrimiento muy poderoso. Tantas veces hemos oído decir “En tu vulnerabilidad reside tu fuerza”. Ya lo creo. A medida que pude ir liberando y expresando la tristeza y la rabia no solo con sonido, sino transformándola en palabras, pude entender de dónde venía yo y cómo había llegado hasta este preciso momento. 

A través de la voz he podido ir destapando el silencio del que vengo, en el que fui educada. También la danza clásica hizo una sólida aportación al hábito de seguir callando. Y con la primera persona que pude dejar salir, con mi cuerpo y voz, las imágenes y la crónica de mi pelvis, fue con Kristin en Orkney, muy lejos de mi país, con gente desconocida y en otro idioma. 

Sin duda, yo soy mi voz. Ya no tengo afonías, ni nódulos, y tengo agudos porque he destapado el corcho de la botella de champán, como cuando Rosalinda le dice a su hermana/prima Celia en Acto III, escena II de “Como gustéis”:

Celia: ¡Oh, maravilla, maravilla! ¡Y maravilla de maravillas! ¡Y todavía mayor maravilla! Y después de eso ya no se puede decir más.

Rosalinda: ¡Por el rubor de mis mejillas! ¿Crees tú que porque ando emperifollada como hombre traigo chaleco y medias masculinas en mis inclinaciones? Un centímetro más que tardes será para mí como un viaje de descubrimiento a los mares del Sur. Te ruego que me digas pronto quién es y que hables despacio. Quisiera que tartamudearas para que pudieras verter a este hombre misterioso por tu boca como el vino que sale de una botella de cuello estrecho; o mucho de una vez o nada en absoluto. Te ruego que te quites el tapón de corcho de la boca para que pueda yo beber tus noticias.

En nuestro cuerpo está toda la biografía de nuestra vida.

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